A las puertas de nuestro desconfinamiento, tras vivir una pandemia, pienso que Madrid y Barcelona compartimos hoy inquietudes y esperanzas idénticas, como grandes ciudades, esperando que mañana, después de 2 meses largos, podamos disfrutar de una nueva normalidad en la que miles de personas volverán a la actividad, ya no tendremos horarios fijos para salir a la calle (excepto horas preferentes para mayores, niños y deporte), habrá libertad de movimientos en nuestras provincias y podremos reencontrarnos con nuestros familiares y amigos, en grupos de 10 personas (excepto para velatorios, que serán 15 personas, ya que aún no hemos podido ni despedir a nuestros difuntos).
Es mucho lo vivido en común durante esta etapa: para empezar, Madrid y Barcelona vamos encabezando la terrible liga de infección y muertes por Covid19: 235.772 contagios identificados y 28.752 fallecidos (6.663 muertos en Barcelona y 8.956 en Madrid) incluyendo únicamente los certificados con pruebas clínicas, ya que sumando todas las muertes sin diagnosticar, en domicilios y residencias de ancianos, personas con discapacidad, etc. las cifras podrían aumentar sustancialmente (sobre todo en Madrid).
Además de la experiencia de vivir una situación de máximo riesgo, hemos sufrido especialmente la tristeza de una cuarentena rodeados de cemento y hormigón, en pisos pequeños, demasiadas veces sobre-habitados por un número excesivo de personas, como sucede en el caso de los pisos-patera, donde conviven personas desfavorecidas económicamente, incluso varias familias juntas, de origen inmigrante (nuestros inicios también fueron duros hace décadas, cuando nuestros abuelos emigraron desde los pueblos más recónditos de España). Nuestras ciudades hoy tienen las mayores cifras de habitantes, lo que en estas circunstancias implicaba una necesidad y nivel de recursos que no siempre estuvieron disponibles, especialmente en Sanidad y Servicios Sociales. Nadie en todo el mundo estaba preparado para afrontar una desgracia de estas características, pero en las grandes ciudades el panorama es mucho más desalentador, sobre todo en los barrios más humildes y las «ciudades-dormitorio» de los cinturones metropolitanos, donde a veces solo tenemos un “desolado paisaje de antenas y de cables” que decía Joaquín Sabina. En estas circunstancias hemos vivido y sufrido los dos últimos meses, con crispación en los vecindarios (aumentaron un 40%, de promedio, las denuncias vecinales a la policía), tensiones familiares, tedio de los hijos y ansiedad de las madres por la sobrecarga en cuidados familiares a los abuelos y la brecha digital escolar, que nos ha convertido también en maestras de los propios hijos, incrementándose también los problemas de pareja e incluso los malos tratos, que también aumentaron de manera exponencial.
SOLIDARIDAD Y VALORES: ciudades hermanas
Esta situación de emergencia nacional nos ha ayudado a descubrir que todos podemos y debemos hacer algo para mejorar nuestro mundo. No basta con el esfuerzo de unos pocos, aunque se dejen la vida en el intento, es necesaria la colaboración y el compromiso de toda la sociedad. Esta epidemia nos ha obligado a asumir nuestra responsabilidad como CIUDADANÍA, porque no somos individuos aislados, aunque una mayoría viva mirando su ombligo, con el único objetivo de ganar dinero, sin pensar en nadie más. Las personas somos seres sociales y compartimos mucho más que un espacio común, nuestra esencia humana, las necesidades básicas y limitaciones, la fragilidad ante el dolor, las adversidades, la enfermedad y la muerte nos igualan.
¿Por qué nos creemos importantes y superiores a nuestros semejantes, los otros seres humanos, que son iguales a nosotros?
En estos momentos tan complicados, desde nuestra toma de conciencia como personas vulnerables, desde el miedo a la enfermedad y a la carestía de alimentos, incluso en un país productor donde sobra la comida y se tiran toneladas diariamente… os invito a reflexionar sobre la necesidad de recuperar nuestros valores, los de nuestros abuelos, los valores que perdimos para convertirnos en una sociedad insolidaria, egoísta e hipócrita. Debemos proteger por todos los medios a nuestros mayores que aún viven, pero no solo por el coronavirus, sino porque ellos tienen mucho que enseñarnos todavía, porque atesoran la sabiduría de la vida, eso que aún nos falta, su espíritu de sacrificio, su sentido del esfuerzo, el valor del compañerismo y la solidaridad. Ellos superaron guerras y posguerras, y con su ejemplo, su aliento y su apoyo podremos superar también nuestros propios problemas.
La generación de nuestros abuelos pasó HAMBRE en España, y también muchos de nuestros padres. Ese miedo al hambre quizás aún lo llevamos en el ADN y por ello los asaltos a los supermercados de las primeras semanas de confinamiento, aunque nos garantizaban que no habría problema alguno de abastecimiento.
UN DESAFÍO: Una nueva economía es posible
La pandemia por el Covid19 nos ha pillado desprevenidos incluso a los países más ricos del planeta, sin recursos ni medios suficientes para abordarla y atender adecuadamente a toda la población, bloqueando nuestras economías, basadas en el consumo, el capital y dependientes del exterior.
No siento que se hunda un sistema construido sobre la base del egoísmo, el odio, la guerra y la explotación de las personas y los recursos del planeta, sometidos con el único objetivo de generar riqueza para unos pocos, mientras millones de personas pobres mueren de hambre y enfermedades curables, sin oportunidades para el desarrollo ni el progreso, en un mundo de profundas desigualdades e injusticias.
Paralelamente, impulsaremos nuevas oportunidades, como el resurgir de la industria textil que hace décadas destruyeron, y que ahora estamos reivindicando desde las iniciativas solidarias populares, los industriales textiles y la confederación sectorial, las nuevas marcas de moda ética y sostenible (con gran presencia en Barcelona y Madrid) y que toda la ciudadanía iremos conociendo, así como otras nuevas alternativas de negocios, de consumo y de vida.
Mañana viviremos por fin la reapertura de muchos negocios, todos los pequeños comercios y la hostelería, una actividad esencial en nuestro país, que acompaña nuestra forma de socializar y relacionarnos, a nuestro desarrollo turístico, a la cultura del vino y nuestra gastronomía, reconocida internacionalmente. Los pequeños establecimientos y negocios familiares son un punto de encuentro, reunión y celebración de la propia vida, y no podemos dejarlos morir. El 98% del tejido productivo de nuestro país está formado por micropymes y autónomos y es nuestra responsabilidad no permitir que caigan: debemos apoyar el comercio local y los negocios tradicionales, y a todas nuestras empresas, orientando nuestro consumo en esta línea, fomentando y difundiendo nuestros valores.
UN RETO: Libertad, Igualdad, Fraternidad
La Revolución Francesa acuñó un gran lema, en el que yo destacaría la “Fraternidad”, ya que sólo desde el hermanamiento podemos construir la verdadera igualdad, que también nos hace verdaderamente libres. Ahora que comenzamos una nueva etapa, os invito a construir un clima de paz y reconciliación en nuestras ciudades, para que cunda el ejemplo y se extienda después a otros territorios, hasta el último rincón de España. No permitamos que germine nunca más el odio ni la venganza en nuestra sociedad. Hay que recuperar el espíritu de la Transición Democrática, que nos permitió avanzar por caminos de diálogo y progreso. El futuro nadie lo conoce, pero nos esperan tiempos difíciles, eso es seguro, y no podremos sobrevivir si abordamos esta travesía en soledad. Es tiempo de caminar juntos y quitar las piedras del camino, por nuestro futuro y el de nuestros hijos, por un país más solidario y más justo, cerremos filas para defender todo lo que nos une, que es mucho, los intereses como pueblo, porque el pueblo unido jamás será vencido, y sólo el pueblo salva al pueblo.
¡Adelante, Barcelona y Madrid unidas!
HOMENAJE MUSICAL
Terminamos con música, que es medicina para el alma, después de las situaciones tan dolorosas que hemos vivido en los últimos meses, especialmente por las víctimas. En homenaje a todas las personas que nos han dejado, los trabajadores esenciales (especialmente de los servicios sanitarios públicos) y a todo el pueblo de Barcelona, os invitamos a recordar estos temas, que nos acompañarán siempre.
“Resistiré” (1988, Duo Dinámico): Versión solidaria 2020
“Volveremos a brindar” (2020, compuesta por Lucía Gil, para La Oreja de Van Gogh):
“Aquellas pequeñas cosas” (1971, Joan Manuel Serrat, álbum Mediterráneo): versión solidaria 2020, para Cruz Roja Argentina
https://www.youtube.com/watch?v=4bOKMTIh544
La invitación a recuperar el espíritu de la Transición Democrática también podemos acompañarla con un tema musical que no conocerán los más jóvenes, pero que fue nº1 en aquel año decisivo en nuestra historia, al igual que lo será este 2020.
“Libertad sin ira” (1976, Jarcha): https://youtu.be/LxzLr8RO8AU
“Vivir” (2017, Rozalén y Estopa): Para recuperar la alegría y el espíritu positivo ¡Mucho ánimo!